domingo, 7 de agosto de 2011

UNA TARDE CONTIGO


El ruido de los picoteos de las oscuras golondrinas anunciaba un nuevo día, la almohada endurecida y húmeda me transportaba a la cruda realidad, ¿Qué será Marieu? ¿Qué indecorosos motivos me llevan a esta depresión absoluta? ¿Por qué caminos anda Dios? ¿Qué otras señales hay que lanzarle para que me deje partir? Todos los días caminar en círculos y todos los días sentirse tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo. Tan solo…


Te contaré lo que me sucedió ayer por la tarde, sé que no te importa, también sé que tus tardes son mucho mejores que las mías pero tengo que contarte y arrancar de mí ese peso enorme que me desgarra los pulmones, que aprisiona mis costillas y me hace lanzar un suspiro de dolor. Ayer al caminar por la ciudad sentí que estabas allí, conmigo; que la brisa nos envolvía y que las imponentes figuras de personajes homenajeados en mármol nos contemplaban, sentí que las palomas caminaban dibujándote en el suelo de piedra y que esos personajes oscuros que oscilan Lima, pintores, poetas, mimos, políticos transeúntes y demás coreaban alguna canción olvidada, sentí que las hojas de los olmos caían a tu ritmo y que el cielo gris se abría para iluminarte… ah Marieu…! Cuánto me duele habernos perdido. Me senté en una banca fría con una sonrisa de lado como guardando nuevamente nuestros secretos y encendí un cigarrillo, a lo lejos las parejas andan a prisa Marieu, huyen del espantoso itinerario de la vida, huyen lejos de mí y se sumergen en calles iluminadas , copadas de gentes emocionadas, sus risas Marieu, eran como un dardo mortal que atravesaba mi mente y descansaba ardorosamente en mi corazón, yo te hablé ahí sentados sobre mis últimos cuentos que vendí a Pablo para que los publique en algunas de sus revistas, te conté que desde tu partida escribí sin detenerme y que todos mis textos los vendí por unas cuantas monedas… ah Marieu! Con esas monedas en los bolsillos iba a prisa a cualquier lugar para comer algo. ¿Alguna vez comiste algo mientras tu garganta se cierra por la angustia y las lágrimas caen sobre tu plato Marieu? Es cierto, las mejores cenas se vuelven desabridas y duele.


La noche llegó con la soledad de las calles y las sirenas de los vehículos patrulleros rondando aquella vieja y hermosa ciudad, me marché hacia mi habitación y de rato en rato echaba una mirada hacia atrás pensando que, por algún motivo ilógico, estuvieras ahí, siguiéndome, nada, la lluvia comenzó a caer, las tiendas ya cerraban y sólo quedaban aquellos a quienes nadie nos espera, aquellos a los cuales el hermoso mundo se caricaturiza, al entrar a mi habitación divisé la cama y la almohada húmeda, “habrá que darle la vuelta” me dije.

......................................................................................................................................     L.A.

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